Yo descubrí lo que era un secreto a la temprana edad de 5
años cuando tuve mi primera experiencia homosexual con un compañero del jardín
de infantes (preescolar). Fue con el que era mi único amigo en aquella época.
Obviamente el concepto de la amistad va cambiando en las distintas etapas de la
vida y él era mi amigo de acuerdo a lo que se considera amistad a los 5 años.
Recuerdo que su madre lo llevaba todos los días a la escuela y como mi casa les
quedaba sobre su ruta me pasaban a buscar, puntualmente, todas las mañanas. No
me acuerdo donde fue la primera vez, ni como se sucedieron puntualmente los
hechos. Sé que yo era muy tímido e inocente, personalidad débil si se quiere,
por lo cual dudo mucho que yo haya sido el que propuso semejante cosa. Me
vienen vagas imágenes de lo que sucedía y me veo junto a él fundidos en situaciones
homoeróticas sin precisiones ni detalles. Solo recuerdo eso. Ahora, ustedes se
preguntarán cómo es que 2 niños de 5 años llegaron a eso. Pues ahora que lo
pienso con calma recuerdo que él me había contado haber espiado a su padre
viendo pornografía, o haberla visto con su propio consentimiento. Por lo cual
él habrá sentido curiosidad de experimentar y/o emular lo visto y no tuvo mejor
idea que proponerle esto a quien escribe. Seguramente me debo haber negado al
principio, debo haber dicho que eso estaba mal, o por lo menos es lo que quiero
pensar. La educación que me dieron mis padres no me permite pensar que pueda
haber sido de otro modo. Pero yo, débil de carácter – como dije antes-, y más
en aquel entonces, finalmente accedí.
Esa experiencia se convirtió en el primer secreto que
recuerdo. Lo he guardado con recelo y bajo varias llaves hasta hoy. Bueno, eso
si no tenemos en cuenta que fuimos sorprendidos en dos ocasiones haciendo estas
travesuras. Ambos son recuerdos que a
pesar de que surgen de eventos ocurridos a temprana edad creo recordar bien,
supongo que por lo traumáticos que deben haber sido. La primera vez fue mi
abuela quien nos descubrió, nos reprendió y le rogué que no les contara a mis
padres. No recuerdo si lo hizo, aunque supongo que no ya que tampoco recuerdo
que mis padres me hayan hablado del incidente. La segunda vez fue en la casa de
él – evidentemente no escarmentamos con haber sido descubiertos una vez porque
lo seguimos haciendo -, fue su hermano quien nos interrumpió mientras nos
tocábamos en su habitación, todavía recuerdo la atónita expresión de su cara al
vernos y que luego no dudó en correr a contárselo a su madre. Luego el sermón. Todavía
recuerdo su voz diciéndonos, que lo que estábamos haciendo estaba mal porque
éramos dos varones.
Me he preguntado hasta el cansancio y en vano que hubiera
pasado si aquel primer incidente nunca hubiera sucedido. ¿Estaría acaso hoy
atormentado por lo que me ocurre? ¿Peleando con mis propios fantasmas y contra
mí mismo, destruyéndome en esta lucha sin sentido? Lo más angustiante es saber
que no hay respuesta comprobable a mi pregunta. ¿Fue ese el principio? Pero tal
vez más importante aún es saber si tiene sentido saber si fue el principio. Hoy
veo a mi vida como un espiral sin fin, una serie de acontecimientos que quizás
quieren demostrarme una y otra vez algo que todavía no comprendo.