miércoles, 29 de febrero de 2012

Secretos II



Yo descubrí lo que era un secreto a la temprana edad de 5 años cuando tuve mi primera experiencia homosexual con un compañero del jardín de infantes (preescolar). Fue con el que era mi único amigo en aquella época. Obviamente el concepto de la amistad va cambiando en las distintas etapas de la vida y él era mi amigo de acuerdo a lo que se considera amistad a los 5 años. Recuerdo que su madre lo llevaba todos los días a la escuela y como mi casa les quedaba sobre su ruta me pasaban a buscar, puntualmente, todas las mañanas. No me acuerdo donde fue la primera vez, ni como se sucedieron puntualmente los hechos. Sé que yo era muy tímido e inocente, personalidad débil si se quiere, por lo cual dudo mucho que yo haya sido el que propuso semejante cosa. Me vienen vagas imágenes de lo que sucedía y me veo junto a él fundidos en situaciones homoeróticas sin precisiones ni detalles. Solo recuerdo eso. Ahora, ustedes se preguntarán cómo es que 2 niños de 5 años llegaron a eso. Pues ahora que lo pienso con calma recuerdo que él me había contado haber espiado a su padre viendo pornografía, o haberla visto con su propio consentimiento. Por lo cual él habrá sentido curiosidad de experimentar y/o emular lo visto y no tuvo mejor idea que proponerle esto a quien escribe. Seguramente me debo haber negado al principio, debo haber dicho que eso estaba mal, o por lo menos es lo que quiero pensar. La educación que me dieron mis padres no me permite pensar que pueda haber sido de otro modo. Pero yo, débil de carácter – como dije antes-, y más en aquel entonces, finalmente accedí.
Esa experiencia se convirtió en el primer secreto que recuerdo. Lo he guardado con recelo y bajo varias llaves hasta hoy. Bueno, eso si no tenemos en cuenta que fuimos sorprendidos en dos ocasiones haciendo estas travesuras. Ambos son recuerdos que a pesar de que surgen de eventos ocurridos a temprana edad creo recordar bien, supongo que por lo traumáticos que deben haber sido. La primera vez fue mi abuela quien nos descubrió, nos reprendió y le rogué que no les contara a mis padres. No recuerdo si lo hizo, aunque supongo que no ya que tampoco recuerdo que mis padres me hayan hablado del incidente. La segunda vez fue en la casa de él – evidentemente no escarmentamos con haber sido descubiertos una vez porque lo seguimos haciendo -, fue su hermano quien nos interrumpió mientras nos tocábamos en su habitación, todavía recuerdo la atónita expresión de su cara al vernos y que luego no dudó en correr a contárselo a su madre. Luego el sermón. Todavía recuerdo su voz diciéndonos, que lo que estábamos haciendo estaba mal porque éramos dos varones.
Me he preguntado hasta el cansancio y en vano que hubiera pasado si aquel primer incidente nunca hubiera sucedido. ¿Estaría acaso hoy atormentado por lo que me ocurre? ¿Peleando con mis propios fantasmas y contra mí mismo, destruyéndome en esta lucha sin sentido? Lo más angustiante es saber que no hay respuesta comprobable a mi pregunta. ¿Fue ese el principio? Pero tal vez más importante aún es saber si tiene sentido saber si fue el principio. Hoy veo a mi vida como un espiral sin fin, una serie de acontecimientos que quizás quieren demostrarme una y otra vez algo que todavía no comprendo.


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