Qué cosa rara los secretos. Siempre me pregunté cuando será
que realmente aprendemos que es un secreto. El concepto, digamos. Aquel deseo,
vivencia o recuerdo que no debemos o no queremos contar y cuya existencia no
tiene, por definición, que desarrollarse en otro lugar más que en nuestra
propia mente. Allí nace y allí muere.
Podríamos considerar distintas clases de secretos. Están
aquellos que hacen las veces de tesoro, por eso decimos que hay que guardarlo, es algo privado e intimo, que
debe ser protegido de la mirada maliciosa de los demás. Pero también están los
secretos que nos avergüenzan o que nos deshonran y por eso debemos ocultarlos. Asimismo diferenciamos dos tipos
de personas respecto a los secretos. Los que saben guardarlos y los que no. No
hay puntos medios. O lo contaste o no lo contaste. Yo creo que evidentemente
algunos nunca aprendieron bien que es un secreto o tal vez haya gente preparada
para aprenderlo y otra que no.
El problema de todo secreto es cuando el mismo comienza a
molestarnos, a golpear la puerta con ansias de libertad. Se tornan insistentes
y no dudan en perseverar para alcanzar el que creen es su fin último. El
secreto reniega una y otra vez de su condición. No le gusta vivir entre las
sombras y que nadie sepa de su existencia. Mira con envidia a las vivencias que
el sujeto no duda en contar y se pregunta una y otra vez porqué debe estar
recluido allí en los confines de la mente. No comprende su propia esencia, lo
que lo define. Por eso insiste sin cansancio, recluta a otras ideas y las
complota en contra de la voluntad del sujeto, las hace aparecer
intempestivamente para sorprenderlo. Comienza a nutrirse de las emociones para
anular cualquier dejo de racionalidad. Crece como las raíces de un baobab sin
dudarlo. Hasta que finalmente la mente del sujeto, agobiada, dice basta. Con la
razón anulada y un secreto que supo imponerse y ser líder por sobre los demás
pensamientos, la consecuencia no es otra que lo predecible. El secreto alcanzó
su clímax, baja raudamente de su torre y corre triunfante hacia su libertad.
- Amor, tuve sexo con un desconocido cuando te
fuiste de viaje a Córdoba el mes pasado.
Y así en el momento cúlmine, el secreto muere. Los demás
pensamientos, sus complices, se dan cuenta de la verdad. Ese secreto pasó toda
su vida intentando aniquilarse asimismo sin saberlo. Nunca comprendió que en el
mismo momento que alcanzara su tan ansiada libertad dejaría, por definición, de
ser secreto.
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