martes, 21 de febrero de 2012

Secretos


Qué cosa rara los secretos. Siempre me pregunté cuando será que realmente aprendemos que es un secreto. El concepto, digamos. Aquel deseo, vivencia o recuerdo que no debemos o no queremos contar y cuya existencia no tiene, por definición, que desarrollarse en otro lugar más que en nuestra propia mente. Allí nace y allí muere.
Podríamos considerar distintas clases de secretos. Están aquellos que hacen las veces de tesoro, por eso decimos que hay que guardarlo, es algo privado e intimo, que debe ser protegido de la mirada maliciosa de los demás. Pero también están los secretos que nos avergüenzan o que nos deshonran y por eso debemos ocultarlos. Asimismo diferenciamos dos tipos de personas respecto a los secretos. Los que saben guardarlos y los que no. No hay puntos medios. O lo contaste o no lo contaste. Yo creo que evidentemente algunos nunca aprendieron bien que es un secreto o tal vez haya gente preparada para aprenderlo y otra que no.
El problema de todo secreto es cuando el mismo comienza a molestarnos, a golpear la puerta con ansias de libertad. Se tornan insistentes y no dudan en perseverar para alcanzar el que creen es su fin último. El secreto reniega una y otra vez de su condición. No le gusta vivir entre las sombras y que nadie sepa de su existencia. Mira con envidia a las vivencias que el sujeto no duda en contar y se pregunta una y otra vez porqué debe estar recluido allí en los confines de la mente. No comprende su propia esencia, lo que lo define. Por eso insiste sin cansancio, recluta a otras ideas y las complota en contra de la voluntad del sujeto, las hace aparecer intempestivamente para sorprenderlo. Comienza a nutrirse de las emociones para anular cualquier dejo de racionalidad. Crece como las raíces de un baobab sin dudarlo. Hasta que finalmente la mente del sujeto, agobiada, dice basta. Con la razón anulada y un secreto que supo imponerse y ser líder por sobre los demás pensamientos, la consecuencia no es otra que lo predecible. El secreto alcanzó su clímax, baja raudamente de su torre y corre triunfante hacia su libertad.

- Amor, tuve sexo con un desconocido cuando te fuiste de viaje a Córdoba el mes pasado.

Y así en el momento cúlmine, el secreto muere. Los demás pensamientos, sus complices, se dan cuenta de la verdad. Ese secreto pasó toda su vida intentando aniquilarse asimismo sin saberlo. Nunca comprendió que en el mismo momento que alcanzara su tan ansiada libertad dejaría, por definición, de ser secreto.

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