martes, 20 de marzo de 2012

Cuando el closet empieza a quedar pequeño


Durante años estuve acá adentro. Fue mi lugar de reclusión, mi cárcel, esa prisión donde paradójicamente alcancé a vivir momentos en los cuales nunca me sentí tan libre. Sí, a mis 25 años llevo años en este closet. Por primera vez me estoy animando a vivir ciertas cosas con un poco más de soltura y sin castigarme. Hace años que sabía que me gustaban los hombres, pero parece que no siempre quise ser consciente de eso, es una verdad que aún me duele y que me toca desde lo más profundo. Sin saber porqué algo que durante años oculté con extremo recelo y cuidado (y sigo ocultando, aunque menos obsesivamente) se ha vuelto una carga difícil de llevar solo. Siempre me engañé sínicamente diciéndome que iba a poder sobrellevar esto en soledad, y que no iba a hacer falta compartirlo. Sin embargo parece ser que la vida intenta decirme todos los días que estaba muy equivocado. Me cansé de las mentiras y de ocultarme. Me cansé de negarme una y otra vez, de cancelarme, de anularme y de callarme. Hoy sigo adentro de este closet… a oscuras, pero puedo sentir como comienzo a soportar el peso de mi cabeza (mi peor enemigo si mal no recuerdo). Hoy puedo sentir como aunque sea dentro del closet comienzo a elevar mi frente.


viernes, 2 de marzo de 2012

What’s going on


En la era globalizada en la que vivimos lo que hoy pasa en algún lugar recóndito del globo puede saberse en cuestión de minutos en el resto del mundo. En el año 2005 a un par de ex empleados de Paypal se les ocurrió la brillante idea de crear una plataforma web que permitiera compartir videos y asi nació la ahora archiconocida YouTube, luego adquirida por el gigante Google. Gracias a estas nuevas tecnologías surge un fenómeno muy contemporáneo y revolucionario que es el de los “viral videos”. Estos videos que por su contenido generan tal interés que logran difundirse de manera feroz a través de internet. Durante el 2011 uno de los videos que formó parte de este fenómeno fue el que hizo un adolescente norteamericano de 14 años llamado Jonah Mowry. Cuando vi por primera vez este video no pude evitar sentirme profundamente conmovido. Su historia nos toca de cerca a la mayoría de los gays, ya que el bullying es muy frecuente frente a nosotros, y todos los que alguna vez lo hemos sufrido sabemos de que se trata. Jonah fue muy valiente en contar publicamnete lo que le pasaba y con la simpleza de una cámara casera y una excelente musicalización creó un video que moviliza: What’s going on.


miércoles, 29 de febrero de 2012

Secretos II



Yo descubrí lo que era un secreto a la temprana edad de 5 años cuando tuve mi primera experiencia homosexual con un compañero del jardín de infantes (preescolar). Fue con el que era mi único amigo en aquella época. Obviamente el concepto de la amistad va cambiando en las distintas etapas de la vida y él era mi amigo de acuerdo a lo que se considera amistad a los 5 años. Recuerdo que su madre lo llevaba todos los días a la escuela y como mi casa les quedaba sobre su ruta me pasaban a buscar, puntualmente, todas las mañanas. No me acuerdo donde fue la primera vez, ni como se sucedieron puntualmente los hechos. Sé que yo era muy tímido e inocente, personalidad débil si se quiere, por lo cual dudo mucho que yo haya sido el que propuso semejante cosa. Me vienen vagas imágenes de lo que sucedía y me veo junto a él fundidos en situaciones homoeróticas sin precisiones ni detalles. Solo recuerdo eso. Ahora, ustedes se preguntarán cómo es que 2 niños de 5 años llegaron a eso. Pues ahora que lo pienso con calma recuerdo que él me había contado haber espiado a su padre viendo pornografía, o haberla visto con su propio consentimiento. Por lo cual él habrá sentido curiosidad de experimentar y/o emular lo visto y no tuvo mejor idea que proponerle esto a quien escribe. Seguramente me debo haber negado al principio, debo haber dicho que eso estaba mal, o por lo menos es lo que quiero pensar. La educación que me dieron mis padres no me permite pensar que pueda haber sido de otro modo. Pero yo, débil de carácter – como dije antes-, y más en aquel entonces, finalmente accedí.
Esa experiencia se convirtió en el primer secreto que recuerdo. Lo he guardado con recelo y bajo varias llaves hasta hoy. Bueno, eso si no tenemos en cuenta que fuimos sorprendidos en dos ocasiones haciendo estas travesuras. Ambos son recuerdos que a pesar de que surgen de eventos ocurridos a temprana edad creo recordar bien, supongo que por lo traumáticos que deben haber sido. La primera vez fue mi abuela quien nos descubrió, nos reprendió y le rogué que no les contara a mis padres. No recuerdo si lo hizo, aunque supongo que no ya que tampoco recuerdo que mis padres me hayan hablado del incidente. La segunda vez fue en la casa de él – evidentemente no escarmentamos con haber sido descubiertos una vez porque lo seguimos haciendo -, fue su hermano quien nos interrumpió mientras nos tocábamos en su habitación, todavía recuerdo la atónita expresión de su cara al vernos y que luego no dudó en correr a contárselo a su madre. Luego el sermón. Todavía recuerdo su voz diciéndonos, que lo que estábamos haciendo estaba mal porque éramos dos varones.
Me he preguntado hasta el cansancio y en vano que hubiera pasado si aquel primer incidente nunca hubiera sucedido. ¿Estaría acaso hoy atormentado por lo que me ocurre? ¿Peleando con mis propios fantasmas y contra mí mismo, destruyéndome en esta lucha sin sentido? Lo más angustiante es saber que no hay respuesta comprobable a mi pregunta. ¿Fue ese el principio? Pero tal vez más importante aún es saber si tiene sentido saber si fue el principio. Hoy veo a mi vida como un espiral sin fin, una serie de acontecimientos que quizás quieren demostrarme una y otra vez algo que todavía no comprendo.


martes, 21 de febrero de 2012

Secretos


Qué cosa rara los secretos. Siempre me pregunté cuando será que realmente aprendemos que es un secreto. El concepto, digamos. Aquel deseo, vivencia o recuerdo que no debemos o no queremos contar y cuya existencia no tiene, por definición, que desarrollarse en otro lugar más que en nuestra propia mente. Allí nace y allí muere.
Podríamos considerar distintas clases de secretos. Están aquellos que hacen las veces de tesoro, por eso decimos que hay que guardarlo, es algo privado e intimo, que debe ser protegido de la mirada maliciosa de los demás. Pero también están los secretos que nos avergüenzan o que nos deshonran y por eso debemos ocultarlos. Asimismo diferenciamos dos tipos de personas respecto a los secretos. Los que saben guardarlos y los que no. No hay puntos medios. O lo contaste o no lo contaste. Yo creo que evidentemente algunos nunca aprendieron bien que es un secreto o tal vez haya gente preparada para aprenderlo y otra que no.
El problema de todo secreto es cuando el mismo comienza a molestarnos, a golpear la puerta con ansias de libertad. Se tornan insistentes y no dudan en perseverar para alcanzar el que creen es su fin último. El secreto reniega una y otra vez de su condición. No le gusta vivir entre las sombras y que nadie sepa de su existencia. Mira con envidia a las vivencias que el sujeto no duda en contar y se pregunta una y otra vez porqué debe estar recluido allí en los confines de la mente. No comprende su propia esencia, lo que lo define. Por eso insiste sin cansancio, recluta a otras ideas y las complota en contra de la voluntad del sujeto, las hace aparecer intempestivamente para sorprenderlo. Comienza a nutrirse de las emociones para anular cualquier dejo de racionalidad. Crece como las raíces de un baobab sin dudarlo. Hasta que finalmente la mente del sujeto, agobiada, dice basta. Con la razón anulada y un secreto que supo imponerse y ser líder por sobre los demás pensamientos, la consecuencia no es otra que lo predecible. El secreto alcanzó su clímax, baja raudamente de su torre y corre triunfante hacia su libertad.

- Amor, tuve sexo con un desconocido cuando te fuiste de viaje a Córdoba el mes pasado.

Y así en el momento cúlmine, el secreto muere. Los demás pensamientos, sus complices, se dan cuenta de la verdad. Ese secreto pasó toda su vida intentando aniquilarse asimismo sin saberlo. Nunca comprendió que en el mismo momento que alcanzara su tan ansiada libertad dejaría, por definición, de ser secreto.

sábado, 11 de febrero de 2012

Putos pensamientos



Esta tarde estuve pensando una banda. En mi mismo y en lo que me pasa. Pensaba justamente en las cosas a las que me enfrento en esta tarea de aceptarme, esos enemigos conceptuales que me hinchan las pelotas. Por un lado está la sociedad, entendiendo por ésta a todos los demás, todo el mundo fuera de mi, mi familia, mis amigos, y hasta cualquier pelotudo que anda dando vueltas por la calle que se siente con derecho a juzgarme.
Y el segundo enemigo, y el peor si se quiere, soy yo mismo. Soy yo mismo el que se tortura sin tomarse vacaciones. Me torturo cuando me levanto, cuando como, cuando miro, cuando siento, cuando me tiento, cuando me excito y cuando me voy a dormir. Me tortura vivir. No dejo de pensar en eso. Y no porque la sexualidad sea mi vida, sino porque se convirtió  en mi problema, en el problema de mi vida, en mi secreto, en mi muerto en el placard, en mi mugre bajo la alfombra, en mis platos sucios y en la pila de ropa por planchar. Me invade cuando no quiero, entra sin pedir permiso y me parasita los pensamientos. Me carcome la mente, me va consumiendo de a poco. Sí, aunque no lo creas me agota. No puede no traer consecuencias que una fucking idea de mierda me esté dando vueltas 24hs consiente o inconscientemente por la cabeza.

Y mientras más sigo dándole vueltas al asunto se vuelve peor la cosa, entro en ese círculo vicioso depresivo. Ahogo mis penas en comida y en porquerías y me entrego a conductas autodestructivas imbéciles con un solo fin - absurdo por cierto -, autodemostrarme lo que pienso de mi mismo: que soy un putito de mierda.

Me ahogo en mi vaso y con mis propias lágrimas. A veces me encuentro llorando y con pesar me pregunto por qué. Sí, solo yo sé cuántas veces pregunté por qué, a mi mismo o a esa deidad en la que creía. Porqué a mí, insisto. Sin obtener respuestas, claro. Nadie tiene la respuesta ni la explicación certera del mal que me agobia. A veces siento que ni siquiera me es posible explicar lo que me pasa, sí, maldita manía de querer explicarlo todo… Pero a veces no se puede, a veces te pasa que un día te levantás y te das cuenta que te gustaban los tipos, aunque siempre lo supiste
Mientras tanto acá estamos, poniendo la mejor cara para la popular, como escribió alguna vez Borges, “si hay miseria que no se note”. 
Bueno, ya es muy tarde – ¿o muy temprano?-, me voy a dormir. Sin embargo sé que a pesar de que esta noche duerma solo sigo durmiendo con el enemigo.

Inseguridades


Hoy por hoy vivo días de intensa confusión. Perdido entre un mundo de recuerdos y vivencias previas de un pasado que ahora parece mejor y el umbral de un presente al que miro de reojo y con desconfianza y al que no me animo a entrar. Ese pasado en el que creía que había evadido mi “llamado a ser” y me había convertido en lo que los demás - y quizás yo mismo – querían que fuese. Me visualizaba cumpliendo los mandatos sociales preestablecidos, y soñaba con esa casa, con la familia y con los hijos. Hoy veo con pesar diluirse esas imágenes tras la niebla de mi porvenir. Finalmente me pasó lo que tanto temía. Recuerdo cuando hace unos años un amante me dijo “para mi tu bisexualidad es sólo un estada de transición”, frase que escuché con recelo e incredulidad. Me sentía muy seguro en ese momento. Lamentablemente nuestra psiquis es intrincada y cambiante. Pero aprendí a ponerla en stand by. Si ya se, básico mecanismo de defensa.

viernes, 10 de febrero de 2012

La mirada de uno mismo


Que difícil resulta aceptarse. Dia a dia intento descubrirme, me miro e intento reconocerme. Todas las mañanas me levanto y me miro frente a ese espejo. Ese espejo tirano que me devuelve imágenes borrosas, pedazos de mi mismo que intento ensamblar con locura. Me miro, me observo, me juzgo. Mi propia mirada me acosa, me penetra vilmente sin dudarlo, puedo sentirla frente a mi, inquisidora como de costumbre y no dispuesta a marcharse. ¿Es acaso posible que me esté pasando esto? Me repito una y otra vez, mientras imágenes parásitas invaden mi mente. Esas imágenes que intentan recordarme sin cansancio que efectivamente estaba disfrutando aquel beso la noche anterior. ¿Cómo fue posible llegar a eso? ¿Fue acaso el alcohol que trastorno severamente mi juicio? O simlemente fue el resultado de una serie de acontecimientos que me llevarían indefectiblemente a estar en ese instante y en ese lugar, para que finalmente ocurriera lo que sucedió. Besé por primera vez a un hombre.